domingo, 23 de septiembre de 2012

Café Zombie - Parte I



CAFÉ ZOMBIE (Parte I)

Por Arturo Londoño Amórtegui



La primera vez que los vi ahí parados a la entrada del cementerio fue hace como cuatro años. Nadie sabía cómo había tres muertos medio podridos caminando a media noche por la calle, pero allí estaban.

La policía vino, les dio bolillo, los amarró, los devolvió a sus tumbas, y a la siguiente noche salieron igual.

Vinieron doctores, científicos, periodistas y gente de todos lados a verlos y cuando intentaban llevárselos para estudiarlos, los zombies caían inconscientes al piso y volvían a estar muertos, y como así no servían, los enterraban otra vez, pero de allí nuevamente se levantaban y salían a deambular en la noche.
Como los muertos vivientes no hacían nada  malo y solo caminaban frente al cementerio en la noche, nos acostumbramos a verlos siempre allí en el lugar donde cuadrábamos los taxis a la madrugada para tomarnos un tinto, fumarnos un cigarrillo y descansar un poco, y al final , la gente se aburrió de verlos haciendo los mismo, estirando los brazos mientras caminaban y gemían cosas que nadie entendía; al fin y al cabo ya habían perdido la gracias que tenían al principio, los turistas dejaron de visitarlos y tomarles fotos. Alguna vez vinieron unos científicos del Ministerio de Protección Social  y por ahí decían que querían estudiarlos, para ver cómo podían  revivir de esa misma forma a todos los soldaditos rasos , muertos los últimos 8 años y hacer que cumplieran un segundo servicio militar, pero al final, los científicos se robaron la plata de la investigación y se volaron a Panamá. Los zombies siguieron ahí cada noche como siempre de un lado al otro frente al Cementerio Central.

Don Guillermo Duarte fue el primero en atreverse a probar un tinto hecho por los zombies.

Yo no lo vi esa noche. Me lo contaron, porque yo estaba haciendo una carrera por el Minuto de Dios, y no llegue a la hora en que un grupo grande de taxistas nos encontrábamos casi siempre.
Me dijeron que como raro don Guillermo llegó borracho y orilló mal su taxi contra el andén a la entrada del Cementerio. Allí había cinco o seis compañeros más que se dieron cuenta que don Guillermo ni siquiera se podía bajar del taxi de lo borracho que estaba. Como siempre hacía lo mismo, lo dejaron allí para que no empezará a molestar como de costumbre. De repente, algo extraño pasó unos minutos después, uno de los zombies (la que parece que alguna vez fue una señora), le acercó amablemente un vaso plástico con una bebida humeante, don Guillermo volteó la mirada extrañado y en medio de su borrachera, quizás le habría parecido que el zombie era una persona común y corriente, y se tomó de una toda la bebida. Al tipo no solo se le quito la borrachera unos minutos después, sino que aquel sabor especial y único, hizo de don Guillermo, un fiel promotor del café hecho por los zombies  y dejando cualquier tapujo o repulsión, se volvió un cliente diario y fiel de los que empezaron a conocer como “zombies tinteros”.

Así pasaron tres años. Nadie jamás se intereso por conocer el origen de  esta bebida, ni mucho menos  sobre su preparación. Los taxistas nos dimos cuenta de que los “zombies tinteros” eran hasta bacanos y aunque no podían hablar bien , se hacían entender para cobrar el tintico de media noche, y claro todos pagábamos gustosos, sin importarnos que a alguno de ellos les faltara un pedazo de brazo, un ojo o que se les vieran los huesitos.

Con el tiempo , los tres zombies cargaban grandes termos a sus espaldas, debían repartir sus funciones para poder suplir la gran demanda de café. A veces este se acababa antes de las tres de la mañana, cosa que le sacaba la piedra sobre todo a los taxistas que venían desde más lejos solo para  tomarse el delicioso café de los zombies tinteros.



Continuará...


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